Las gónadas son las glándulas garantes del desarrollo morfológico y conductual propio de cada sexo, masculino o femenino. Intervienen en la etapa embrionaria y se activan enérgicamente durante la pubertad. Cumplen una doble función: reproductora y endocrina.
Las gónadas son las glándulas que proporcionan la diferenciación genital al ser humano y otros animales vertebrados. También se les denomina glándulas sexuales y glándulas mixtas, por su doble función: reproductora y endocrina. Existen dos tipos de gónadas: Las masculinas, representadas por los testículos; y las femeninas, constituidas por los ovarios. Excepcionalmente, un animal vertebrado presenta una estructura gonadal hermafrodita, con características propias de ambos sexos.
Según su tipologís, las gónodas pueden presentar las siguientes características:
Los testículos forman parte del aparato reproductor masculino. Son dos, se ubican fuera del abdomen, en la base del pene. Tienen forma ovoidal –de huevo- y color blanco. Están rodeados de una capa fibrosa de tejido conjuntivo que les concede resistencia y elasticidad. En la niñez miden entre 2 y 3 centímetros de largo, mientras que en la pubertad llegan a alcanzar el doble del tamaño y unos 3 o 4 centímetros de ancho.
Cada testículo es sostenido por un cordón espermático que viene desde el abdomen y atraviesa el conducto inguinal. Se acomodan uno al lado del otro, aunque no siempre en el mismo nivel. El derecho suele estar un poco más arriba que el izquierdo. No están fijados a ninguna otra superficie, por lo que pueden moverse dentro del escroto, saco que los envuelve.
Los testículos están compuestos por conductos seminíferos, en los que se produce la espermatogénesis. Y por conductos excretores de esperma, constituidos por la red de Haller, conductillos eferentes y el epidídimo. La albugínea o capa membranosa que envuelve al testículo completa su estructura. Además del conjunto de arterias, venas y vasos linfáticos. En la parte vascular de la albugínea se hallan las células intersticiales de Leydig, productoras de la testosterona.
El escroto es una de las siete capas que recubren las glándulas sexuales masculinas. Están además el dartos, la capa celular subcutánea, la fascia espermática externa, el cremáster, la fascia espermática interna y la túnica vaginal o capa serosa del testículo. Todas encargadas de mantener las glándulas a una temperatura acorde para la eficaz producción de espermatozoides (entre 1 y 3º más bajos que la temperatura corporal.) Rara vez se desarrolla sólo un testículo (monorquidia) o ninguno (anorquidia).
Los ovarios conforman, junto a las trompas de Falopio, útero, vagina y genitales externos, el aparato reproductor femenino. Son dos, tienen forma ovoidal -ligeramente aplanada- y color blanco grisáceo.
Están fijados a ambos lados del útero, en la parte baja del abdomen. Se unen a las trompas de Falopio, el útero y la pared abdominal a través de ligamentos. Entre ellos los cordones tubo-ovárico, mesoovario, útero-ovárico y suspensorio, que sostiene la glándula sexual desde la pared abdominal.
Miden unos 3 centímetros de largo, 2 de ancho y cerca de 1 centímetro de grosor. Esto por su corteza o zona albugínea, constituida por un tejido conjuntivo denso, estroma y folículos. Es en los folículos ováricos, estructuras complejas de forma esférica, donde se encuentran los ovocitos o células germinales.
Completan la estructura ovárica, un tejido provisto de vasos y terminaciones nerviosas, conocido como médula. También el hilio, red ovárica en la que se hallan las células productoras de andrógenos. Es característico de las gónadas producir hormonas tanto femeninas como masculinas.
La actividad ovárica es cíclica, en las mujeres se llama ciclo menstrual y se caracteriza por al menos dos etapas particulares: folicular y lútea o secretora. En medio de estas dos fases se da el proceso de ovulación o liberación del óvulo.
Ambos tipos de gónadas –masculinas y femeninas- tienen funciones reproductoras y endocrinas.
En los testículos ocurre la espermatogénesis, producción de espermatozoides, gametos o células reproductoras del hombre. Este proceso inicia en el hipotálamo, con la acción de la hormona liberadora de gonadotropina, que estimula la colocación de las células germinativas. Las espermatogonias se estacionan en el tejido de los túbulos seminíferos, existentes en números de 500 en cada testículo.
En el hombre la producción de gametos dura un promedio de 70 días, desde la colocación hasta la espemiogénesis o maduración de los espermatozoides. En una eyaculación, el hombre fértil puede llegar a producir hasta 250 millones de espermatozoides; y en el resto de vida, unos 500 mil millones.
La función endocrina de los testículos parte de la albugínea. Las células intersticiales de Leydig –estimuladas por la hormona gonadotrópica luteinizante– producen andrógenos. Entre ellos, uno de gran potencia, la testosterona. La hormona sexual masculina, es la responsable de la diferenciación genital en la etapa fetal. También de la aparición de los caracteres sexuales secundarios a partir de la pubertad y de la completa fertilidad, una vez terminada la adolescencia.
La testosterona actúa en el desarrollo de los músculos y del aparato reproductor masculino: pene, escroto (testículos), próstata y vesículas seminales. Activa el crecimiento del vello, principalmente en las áreas facial, genital, axilas y pecho. Expande las cuerdas vocales, agrava la voz. Estimula la secreción de sudor y el sebo que lubrica la superficie de la piel. Determina el carácter varonil y de atracción hacia el sexo opuesto.
Además de la testosterona, los testículos producen los andrógenos: androsterona y androstenediona.
Los ovarios son productores de los óvulos maduros, gametos o células reproductoras de la mujer. A partir de la adolescencia y hasta la menopausia de la mujer, los ovarios -estimulados por el hipotálamo- emprenden su ciclo mes a mes. Entre los días 16 y 12 previos a la menstruación, las gónadas femeninas secretan estrógenos, hormonas que preparan el endometrio para la recepción de los espermatozoides.
Cuando el óvulo abandona finalmente el folículo ovárico, baja por las trompas de Falopio para ser fecundado por el espermatozoide, o en su defecto morir y ser excretado como parte de la menstruación. A diferencia del espermatozoide, que vive hasta cinco días en espera del encuentro con el gameto femenino, el óvulo sólo vive 24 horas en el medio.
En su vida fértil los ovarios liberan hasta 400 óvulos maduros, de cerca de 400 mil primitivos contenidos en los folículos de su corteza.
Además de los estrógenos, producidos durante la liberación del óvulo, los ovarios producen la hormona llamada progesterona. La hormona esteroide tiene lugar durante la segunda etapa –etapa lútea- del ciclo menstrual. Participa en el proceso embrionario, el ciclo menstrual y la gestación y mantenimiento del embarazo.
La concentración de progesterona es relativamente alta después de la ovulación y durante el embarazo, cuando se libera a través de la placenta.
Junto a los estrógenos, promueve el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios en la mujer. La progesterona incide en el desarrollo del endometrio en el útero. También en el crecimiento y elasticidad de la vagina, el desarrollo de las mamas y la inhibición de la producción de leche. Además del crecimiento del vello púbico y en la región de las axilas, ensanchamiento de la pelvis y distribución de la grasa alrededor de las caderas y las piernas.
También durante la fase lútea, las gónadas femeninas secretan la hormona relaxina, que actúa directamente sobre la pelvis y el útero. Relaja o ablanda el cuello uterino y los ligamentos de la pelvis –evita las contracciones- durante el proceso de parto. Antes, facilita el tránsito de los espermatozoides por la región uterina y su penetración en el óvulo. En las mujeres no embarazadas, simplemente disminuye y sede paso a la menstruación.
Algunos trastornos genéticos, el uso de medicamentos, enfermedades crónicas, traumatismos o cirugías, pueden producir trastornos gonadales. Entre ellos: Baja o nula producción de hormonas sexuales (hipogonadismo), desarrollo puberal tardío, disminución de la libido, disfunción sexual e infertilidad.
Trastornos genéticos como el síndrome de Turner o el síndrome de Klinefelter, afectan la función de los ovarios y los testículos, respectivamente. También las enfermedades autoinmunitarias, como la diabetes tipo 1, la artritis reunmatoide y el lupus, comprometen el desarrollo de las gónadas. Igual que las patologías que afectan al hígado, los riñones y las glándulas tiroideas.
1 de cada 2000 mujeres nace sin un cromosoma, o el par normal de éstos, irregularidad que se conoce como el síndrome de Turner. Origina talla baja y falta de maduración sexual, no crecen las mamas ni el vello púbico, no existe menstruación, tampoco fertilidad. Además se asocia a otras características físicas externas y malformaciones del corazón y los riñones. Las mujeres que presentan esta particularidad reciben tratamiento hormonal.
En el caso de los varones, la anomalía en la producción de hormonas sexuales –de origen genético- obedece al exceso de cromosomas. 1 de cada 1000 hombres nace con uno o más cromosomas X extras, esto se conoce como síndrome de Klinefelter. Origina menor producción de vello en la pubertad, estatura baja, poco crecimiento del órgano reproductor e infertilidad. En algunos casos se desarrollan las mamas o desproporciones en el cuerpo como las piernas exorbitantemente larga. El tratamiento es hormonal.
Las gónadas son necesarias para la diferenciación y desarrollo sexual normal. A partir de la cuarta semana de gestación comienzan a formarse los caracteres sexuales, y dos semanas después presentan corteza, médula y células germinales. La diferenciación en testículos u ovarios es determinada por la carga genética. La formación de los testículos inicia a partir de la séptima semana de desarrollo embrionario, mientras que los ovarios tardan un poco más.
La estructura embrionaria primitiva presenta expresión fenotípica femenina, sin el gen masculino y el factor determinante testicular, las gónadas se transformarían sólo en ovarios. El testículo fetal secreta la hormona antimullerina, que impide el desarrollo de los conductos de Müller. Y produce testosterona, que estimula el desarrollo de los conductos de Wolf y la masculinización de los genitales externos.
Cuando en la estructura embrionaria el genotipo es femenino se desarrollan los conductos de Müller, que constituyen el útero, las trompas de Falopio y la vagina. Y se forman además los labios externos. Genitales internos y externos se forman e inician su función durante las primeras semanas de gestación.
Más, las gónadas no sólo actúan en la embriogénesis temprana, cumplen funciones determinantes durante la pubertad y etapas de vida sucesivas. Ofrecen la morfología y carácter propio de cada sexo.
Castro Del Valle, Laura Isabel. (2020). Gónadas. Recuperado el 23 febrero, 2024, de Euston96: https://www.euston96.com/gonadas/