San Pablo de Tarso, el Apóstol, cuyo nombre original fue Saulo de Tarso, fue uno de los líderes de la primera generación de cristianos, que a menudo es considerado como la persona más importante después de Jesús en la historia del cristianismo. En su época, aunque era una figura importante dentro del muy pequeño movimiento cristiano, también tenía muchos enemigos y detractores, y sus contemporáneos probablemente no le dieron tanto respeto como a Pedro y Juan. Pablo se vio obligado a luchar, por lo tanto, para establecer su propio valor y autoridad. Sus cartas sobrevivientes, sin embargo, han tenido una enorme influencia en el cristianismo posterior y aseguran su lugar como uno de los líderes religiosos más grandes de todos los tiempos.
Información personal
Pablo de Tarso fue un ferviente apóstol del cristianismo que se enfocó en difundir el mensaje que Jesucristo había venido a dejar en la tierra convirtiendo así el cristianismo en una religión universal.
Pablo de Tarso nació en el seno de una familia de artesanos, quienes eran judíos fariseos de la cultura helenística y que además poseían el estatuto jurídico que los convertía en ciudadanos romanos. Recibió estudios hebreos en su pueblo natal y luego sus padres lo enviaron a Jerusalén para que siguiera estudiando en la escuela con los mejores doctores de la Ley, principalmente con el famoso rabino Gamaliel. De esta forma logró adquirir una sólida formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil y lingüística pues hablaba griego, latín, hebreo y arameo.
No vivía en Jerusalén cuando se dio la crucifixión de Jesús de Nazaret; pero habitaba en la ciudad santa cuando fue lapidado el diácono Esteban, mártir de su fe. Siguiendo su educación, basada en las tradiciones farisaicas, Pablo se proclamó como un acérrimo perseguidor del cristianismo, que era considerado en ese tiempo como una secta herética del judaísmo. Inflexiblemente ortodoxo, el joven Pablo de Tarso estuvo presente en la lapidación de Esteban.
Luego de su conversión y después de estar en Damasco, donde, recobró la vista, y se puso en contacto con el grupo de seguidores de Jesús, empezando a evangelizar. Tiempo después fue atacado por judíos radicales, por lo que tuvo que huir a Jerusalén, donde fue visto por Bernabé, quien lo llevó con Pedro y con Santiago. Fue a Cesarea, y luego, a Tarso, donde se encuentra con Bernabé, y juntos van a Antioquía, donde pasan un año evangelizando convirtiendo a Antioquía en el centro del cristianismo.
Y así fue como San Pablo, se convirtió en uno de los principales difusores del mensaje que había dejado Jesús, arriesgando su vida, sufriendo persecuciones, encarcelamientos y, finalmente, perdiendo la vida al ser decapitado en Roma entre los años 58 y 67, durante el gobierno de Nerón.
En el año 36, Pablo de Tarso fue enviado a buscar y detener a los partidarios de Jesús en Damasco. De camino a la ciudad, fue testigo del poder divino deslumbrado por una misteriosa luz, fue arrojado a tierra y perdió la visión por un tiempo. Este hecho cambió su vida, y decidió convertirse en cristiano. Fue bautizado y adoptó así el nombre de Pablo. Ya que según el relato del mismo libro de Hechos, capítulo nueve: “Le rodeó un resplandor de luz desde el cielo. El cayó en tierra y oyó una voz que le decía —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: —¿Quién eres, Señor? Y él Respondió: —Yo soy Jesús, a quien Tú persigues. Pero Levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que te es preciso hacer…”
San Pablo y Bernabé iniciaron su primer viaje en Antioquia, Turquía y de ahí viajaron a Chipre. En la isla desembarcan en Salamina, donde en una Sinagoga local y parten a Páfos. Aquí San Pablo se enfrentará al “mago” Elimas, quien quiere impedir que Pablo convierta un cónsul al cristianismo. Luego viaja a Antioquia. Embarcan hacia Galicia, hogar de los Gálatas donde predican provocando la ira de las comunidades judía. De Antioquia viajan a Iconia donde San Pablo hace curaciones. Luego van a Derbe de donde regresan al punto de partida.
Visitó las iglesias fundadas y quiere seguir predicando por Asia Menor pero un mensaje del cielo se lo impide y lo envía a Europa. Ahí encuentra al evangelista San Lucas y Timoteo, que será su más fiel secretario y servidor. La primera ciudad que visitó en Macedonia fue Filipos. Tuvo cariño por los filipenses y les dirigió una de sus más cariñosas cartas, la Epístola a los Filipenses. Luego fue a Atenas y partió a Corinto de donde saldrían las cartas a los corintios.
Pablo de Tarso viajó a Éfeso donde logró que muchas personas entendieran que la diosa Diana era un simple ídolo. Los que fabricaban estatuillas de Diana promovieron una persecución contra él. Viajó a Jerusalén donde les dijo a sus discípulos que el Espíritu Santo le había dicho que en Jerusalén iban a pasar cosas graves, y que por eso no lo volverían a ver.
Los judíos planearon una persecución en su contra. Al enterarse su hermana, mandó un sobrino a avisarle. Fue llevado a Cesarea donde estuvo preso por dos años. Pidió ser juzgado en Roma, por lo que fue enviado en barco custodiado por 40 soldados. En el viaje estalló una tormenta y el barco se hundió pero por una promesa de Jesucristo todos se salvaron. Llegando a roma fue encarcelado dos años y fue visitado por judíos y cristianos.
Pablo de Tarso fue condenado a muerte. Debió haber sido quemado por su condición de “mago” pero su condición de civis romanus, el ser miembro de una familia que sirvió a Roma y sus orígenes le ayudaron por lo que únicamente fue decapitado. Fue sacado de prisión hasta llegar a Aquas Salvias, lugar donde le cortaron la cabeza, ésta, al caer, rebotó tres veces, y en cada una de ellas se produjo un milagro. Algunos dicen que en cada uno de los lugares en donde la cabeza tocó el suelo brotaron tres fuentes nuevas, otros afirman que del cuello, brotó leche en lugar de sangre.
El objetivo de las cartas era dar instrucciones a los cristianos sobre cómo comportarse y responder a sus inquietudes. Fueron 13 cartas o epístolas de las cuales cuatro son personales a Filemón, a Tito, Primera y Segunda a Timoteo, y el resto son colectivas, que son la Primera y Segunda a los Tesalonicenses, a los Gálatas, Primera y Segunda a los Corintios, a los Romanos, a los Filipenses, a los Colosenses y a los Efesios.
Pablo tuvo una fuerte herencia judía, y ésta era importante para él. Antes de convertirse al cristianismo estuvo fielmente comprometido con el judaísmo y de hecho fue, un fundamentalista religioso. Creyó en la autoridad de las escrituras del Antiguo Testamento, y muchos consideran que vio en al cristianismo como una rama del judaísmo. Tuvo también esperanza en la venida del Mesías. Muchos autores consideran que la doctrina que tuvo fue teocéntrica y no antropocéntrica.
Tenía un temperamento de jefe, su voluntad era de hierro y poseía una constancia inquebrantable. Tenía iniciativa y capacidad de trabajo, su carácter era el de un conquistador, apasionado y dominante. Era sensible y su corazón estaba lleno de ternura. Era un hombre que lograba crear interés en torno a él y atraía a los demás, era agradecido y sabía cómo debía manejar a los que estaban en contra él.
Su importancia radica en que fue una de las figuras más importantes en los orígenes del cristianismo y es considerado por mucho como el fundador de la religión cristiana. Además es una prueba de que Dios puede convertir a cualquier persona, pues Pablo de Tarso fue uno de los perseguidores más intensos de los cristiano.
Algunas de las frases importantes mencionadas por Pablo de Tarso fueron las siguientes:
Algunos libros que se han escrito sobre la vida de Pablo de Tarso son:
También se han creado películas para contar su historia, por ejemplo:
Briceño V., Gabriela. (2018). Pablo de Tarso. Recuperado el 24 febrero, 2024, de Euston96: https://www.euston96.com/pablo-de-tarso/